martes, 4 de junio de 2013

Partes de la Misa

Partes de la Misa

S.S. Juan Pablo II
La Misa
¿Qué es, pues, la santa Misa?
La santa Misa es el Sacrificio
del Cuerpo y Sangre de Jesucristo,
que se ofrece sobre nuestros altares
bajo las especies de pan y de vino
en memoria del sacrificio de la Cruz.
(Fuente: Catecismo Mayor.
Cuarta parte: de los sacramentos,
Capítulo V - 1º, cuestión 655)
La santa Misa, es el acto litúrgico dentro del cual se ofrece la Eucaristía. Su institución fue en la Última Cena de Jesús con sus apóstoles.
Según el dogma católico, en la santa Misa se renueva el sacrificio del calvario al celebrar el sacramento de la Eucaristía, consagrándose el pan y el vino por medio de una fórmula sacramental que pronuncia el Sacerdote celebrante, lo que produce el efecto de la transubstanciación.
La Eucaristía es el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Jesucristo, entregados en el Santo Sacramento del Altar para perdón de pecados y fortalecimiento de la Fe.
Es muy importante

conocer las partes de la Misa

para vivirla intensamente.
La Misa consta de dos partes:

la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística.

Otros ritos pertenecen a la apertura y conclusión de la celebración.
(Fuente: Instrucción General del Misal Romano)
Rito de Entrada o Iniciales
Llegamos al Templo y nos disponemos para celebrar el misterio más grande de nuestra fe. Acompañamos la procesión de entrada cantando con alegría.
Todo lo que precede a la liturgia de la Palabra, es decir, el canto de entrada, el saludo, el acto penitencial, el Kyrie con el Gloria y la colecta, tienen el carácter de exordio, introducción y preparación. La finalidad de estos ritos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.
Son ritos introductorios a la celebración y nos preparan para escuchar la palabra y celebrar la Eucaristía.
PROCESIÓN DE ENTRADA

De pié

Procesión de Entrada
Canto de entrada. De pié
Reunido el pueblo, mientras entra el Sacerdote con sus ministros, se da comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido, elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio litúrgico o de la fiesta, y acompañar la procesión de Sacerdotes y ministros.
SALUDO INICIAL

De pié

Saludo Inicial
Saludo InicialTerminado el canto de entrada, el Sacerdote y toda la asamblea, hacen la señal de la cruz. A continuación el Sacerdote, por medio de un saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia congregada.
ACTO PENITENCIAL

De pié

Acto Penitencial
Después el Sacerdote invita a un acto penitencial, que se realiza cuando toda la comunidad hace su confesión general y se termina con la absolución del Sacerdote.
Señor, ten piedad (Kirye). De Pié
Después del acto penitencial se empieza el Señor, ten piedad, a no ser que éste haya formado ya parte del mismo acto penitencial. Si no se canta el “Señor, ten piedad”, al menos se recita.
Acto Penitencial
GLORIA
De pié
Este es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero, y le presenta sus súplicas. Si no se canta, al menos lo han de recitar todos, o juntos o alternadamente. Alabamos a Dios, reconociendo su santidad, al mismo tiempo que nuestra necesidad de Él.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
De pié
Es la oración que el Sacerdote, en nombre de toda la asamblea, hace al Padre.
En ella recoge todas las intenciones de la comunidad.
A continuación el Sacerdote invita al pueblo a orar y todos, a una con el Sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios, y formular interiormente sus súplicas. Entonces el Sacerdote lee la oración que se suele denominar “colecta”, que expresa la índole de la celebración; el pueblo la hace suya diciendo AMÉN.
Oración Colecta
Liturgia de la Palabra
Liturgia de la PalabraEscuchamos a Dios, que se nos da como alimento en su Palabra, y respondemos cantando, meditando y rezando.
Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen.
Lecturas Bíblicas.
En las lecturas se dispone la mesa de la Palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros bíblicos. Que se haya de tributar suma veneración a la lectura del Evangelio lo enseña la misma liturgia cuando la distingue por encima de las otras lecturas con especiales muestras de honor, sea por parte del ministro encargado de anunciarlo y por la bendición y oración con que se dispone a hacerlo, sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla y escuchan la lectura puestos en pie; sea finalmente por las mismas muestras de veneración que se tributan al libro de los Evangelios.
PRIMERA LECTURA
Sentados
Se toma del Antiguo Testamento y nos sirve para entender muchas de las cosas que hizo Jesús. En el Antiguo Testamento, Dios nos habla a través de la historia del pueblo de Israel y de sus profetas.
Primera Lectura
SALMO RESPONSORIAL
Sentados
Formando parte de la misma Liturgia de la Palabra tenemos los Cantos interleccionales.
Después de la 1º Lectura, sigue un Salmo Responsorial, que se toma del Leccionario. El salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama las estrofas del salmo, mientras toda asamblea escucha y además participa con su respuesta. Meditamos rezando o cantando un salmo.
Salmo Responsorial
SEGUNDA LECTURA o EPÍSTOLA
Sentados
Se toma del Nuevo Testamento, ya sea de los Hechos de los Apóstoles o de las cartas que escribieron los primeros apóstoles.
Esta segunda lectura nos sirve para conocer cómo vivían los primeros cristianos, y cómo explicaban a los demás las enseñanzas de Jesús. Esto nos ayuda a conocer y entender mejor lo que Jesús nos enseñó. También nos ayuda a entender muchas tradiciones de la Iglesia. En el Nuevo Testamento, Dios nos habla a través de los apóstoles.
Después de la segunda lectura se canta el Aleluya, un himno alegre que recuerda la Resurrección u otro canto según las exigencias del tiempo litúrgico. El canto del Aleluya nos dispone a escuchar la proclamación del misterio de Cristo.
Al finalizar aclamamos diciendo: “Gloria a ti, Señor Jesús”.
Segunda Lectura o Epístola
EVANGELIO
De pié
Se toma de alguno de los cuatro Evangelios de acuerdo al ciclo litúrgico y narra una pequeña parte de la vida o las enseñanzas de Jesús. Es aquí donde podemos conocer cómo era Jesús, qué sentía, qué hacía, cómo enseñaba, qué nos quiere transmitir.
Esta lectura la hace el Sacerdote o el Diácono.
Evangelio
HOMILÍA
Sentados
El celebrante nos explica la Palabra de Dios. Conviene que sea una explicación de las Lecturas, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo siempre el misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes.
Homilía
CREDO O PROFESIÓN DE FE
De pié
Después de escuchar la Palabra de Dios, confesamos nuestra fe. Con el Símbolo o Credo, el Pueblo da su asentamiento y respuesta a la Palabra de Dios proclamada en las Lecturas y en Homilía, y trae a su memoria, antes de empezar la celebración eucarística, la norma de su fe.
Credo o Profesión de Fe
ORACIÓN DE LOS FIELES U ORACIÓN UNIVERSAL
De pié
Rezamos unos por otros pidiendo por las necesidades de todos.
En la oración universal u oración de los fieles, el Pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres (Papa, Iglesia, Estado, necesidades…).
La asamblea expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con una oración en silencio.
Oración de los Fieles u Oración Universal

Liturgia Eucarística
En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y banquete pascual, por el que se hace continuamente presente en la Iglesia el sacrificio de la cruz, cuando el Sacerdote, que representa a Cristo el Señor, lleva a cabo lo que el Señor mismo realizó y confió a sus discípulos para que lo hicieran en memoria suya.
Cristo tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió, lo dio a sus discípulos, y dijo: “Tomad, comed, bebed: esto es mi cuerpo: éste es el cáliz de mi sangre. Haced esto en conmemoración mía”.
De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la liturgia eucarística según estas mismas partes, con las palabras y acciones de Cristo. Ya que:
  1. En la preparación de las ofrendas se presentan en el altar el pan y el vino con agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.
  2. En la plegaria Eucarística se da gracias a Dios por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
  3. Por la fracción del mismo pan se manifiesta la unidad de los fieles, y por la comunión ellos reciben el Cuerpo y la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo.
PREPARACIÓN Y PRESENTACIÓN DE LOS DONES

Sentados

Preparación y Presentación de los Dones
Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Acompaña a esta procesión el canto del ofertorio, que se alarga por los menos hasta que los dones han sido colocados sobre el altar.
En primer lugar se prepara el altar o la mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y sobre él se colocan el corporal, el purificador, el Misal y el cáliz, que puede también dejarse dispuesto en la credencia.
Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino los presenten los mismos fieles. Un Sacerdote o el Diácono, saldrá a recibirlos a un sitio oportuno, y los dispondrá todo sobre el altar mientras pronuncia las fórmulas establecidas.
Aunque los fieles no traigan pan y vino suyo como se hacía antiguamente, con este destino litúrgico, el rito de presentarlos conserva igualmente todo su sentido y significado espiritual.
Terminada la colocación de las ofrendas y concluidos los ritos que la acompañan se concluye la preparación de los dones, con una invitación a orar juntamente con el Sacerdote, y con la fórmula llamada “oración sobre las ofrendas”. Así queda preparada la Oración Eucarística.
ORACIÓN EUCARÍSTICA
De pié
Éste el centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración.
El sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo, en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.
Los principales elementos de que consta la Plegaría eucarística pueden distinguirse de esta manera:
ACCIÓN DE GRACIAS
De pié
Se expresa sobre todo en el prefacio, en el que, el Sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, fiesta o tiempo.
SANTO O ACLAMACIÓN
De pié
El Sacerdote con la que toda la asamblea, uniéndose a las potestades celestiales, canta o recita el Santo. Esta aclamación, que constituye una parte de la Plegaria Eucarística, la pronuncia todo el pueblo con el Sacerdote.
Santo o Aclamación
EPICLESIS
Arrodillados
Oración con la que la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora el poder divino para que los dones que han ofrecido los hombres, queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para que la hostia inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes la reciban.
Epiclesis
NARRACIÓN DE LA INSTITUCIÓN Y CONSAGRACIÓN
Arrodillados
Mediante las palabras y acciones de Cristo se lleva a cabo el sacrificio que Cristo mismo instituyó en la última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, los dio a los Apóstoles en forma de alimento y bebida, y les dejó el mandato de perpetuar este mismo misterio.
Es el momento más solemne de la Misa; en él ocurre el misterio de la transformación real del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Dios se hace presente ante nosotros para que podamos estar muy cerca de Él. Es un misterio de amor maravilloso que debemos contemplar con el mayor respeto y devoción. Debemos aprovechar ese momento para adorar a Dios en la Eucaristía.
Narración de la institución y consagración
ANAMNESIS
Arrodillados
Con la que, al realizar este encargo que a través de los Apóstoles, la Iglesia recibió de Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada Pasión, su gloriosa Resurrección y la Ascensión al Cielo.
OBLACIÓN
De pié
Oblación
La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los participantes.
Por la que la Iglesia, en este memorial, sobre todo la Iglesia aquí y ahora reunida, ofrece al Padre en el Espíritu Santo, la hostia inmaculada. La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la hostia inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos, y que de día en día perfeccionen con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, de modo que sea Dios todo en todos.
INTERCESIONES
De pié
Intercesiones
Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos, miembros que han sido todos llamados a la participación de la salvación y redención adquirida por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
DOXOLOGÍA FINAL
De pié
Doxología final
En la que se expresa la glorificación de Dios, y que se concluye y confirma con la aclamación, con el Amén del pueblo.
Rito de la Comunión
Debido a que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual. Significa “común unión”.
Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
EL PADRENUESTRO O LA ORACIÓN DOMINICAL
De pié
El Padrenuestro o la oración dominical
Preparándonos para comulgar, rezamos al Padre como Jesús nos enseñó.
Se pide el pan de cada día, con lo que también se alude, para los cristianos, el pan eucarístico, y se implora el perdón de los pecados.
El embolismo, que desarrolla la última petición, pide para todos los fieles la liberación del poder del mal.
EL RITO DE LA PAZ
De pié
El rito de la Paz
Con que los fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
EL GESTO DE LA FRACCIÓN DEL PAN
De pié
El Gesto de la Fracción del Pan
El acto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la Última Cena, en los tiempos apostólicos fue el que sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística.
Este rito no sólo tiene una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Cor 10, 17).
INMIXIÓN O MEZCLA
De pié
El celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz. [originariamente era un trozo del pan consagrado en otra comunidad el domingo anterior: signo de comunión entre las diversas comunidades cristianas]
CORDERO DE DIOS
De pié
Mientras se hace la fracción del pan y la Inmixión, los cantores o un cantor cantan el Cordero de Dios: Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción del pan. La última vez se acompañará con las palabras danos la paz.
PREPARACIÓN PRIVADA DEL SACERDOTE
Luego, el Sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico. El Sacerdote se prepara con una oración privada, para recibir con fruto el Cuerpo y la Sangre de Cristo: los fieles hacen lo mismo, orando en silencio. Luego el Sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico que recibirán en la comunión, y los invita al banquete de Cristo; y juntamente con los fieles formula, usando palabras evangélicas, un acto de humildad.
COMUNIÓN
Es muy de desear que los fieles participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma Misa. Comulgar es la mejor forma de participar del sacrificio que se celebra.
Comunión
Mientras el Sacerdote y los fieles reciben el Sacramento tiene lugar el canto de comunión, canto que debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar, al mismo tiempo, la alegría del corazón y hacer más fraternal la procesión de los que van avanzando para recibir el Cuerpo de Cristo. Si no hay canto, se reza la antífona propuesta por la Misal.
Terminada la distribución de la comunión, el Sacerdote y los fieles, si juzgan oportuno, pueden orar un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea un himno, un salmo o algún otro canto de alabanza.
ORACIÓN
Sentados
Oración
Damos gracias a Jesús por haberlo recibido, y le pedimos que nos ayude a vivir en comunión.
En la oración después de la comunión, el Sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación “Amén”.
Rito de Despedida
Son ritos que concluyen la celebración. El rito final consta de saludo y bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
BENDICIÓN
De pié
Recibimos la bendición del Sacerdote, que en algunos días y ocasiones se enriquece, y se amplía con la oración “sobre el pueblo” o con otra fórmula más solemne.
Bendición
DESPEDIDA Y ENVÍO
De pié
Alimentados con el pan de la Palabra y de la Eucaristía, volvemos a nuestras actividades, a vivir lo que celebramos, llevando a Jesús en nuestros corazones. Con lo que se disuelve a la asamblea, alabando y bendiciendo al Señor.
Despedida y Envío

domingo, 24 de marzo de 2013


Dios siempre esta con nosotros y solo recuerda que el te ayuda con tus dificultades 


sábado, 23 de febrero de 2013

Convivencia de Monaguillas en el Colegio Matilde Amador el 23 de febrero del 2013



fue muy bonito una buena experiencia 




domingo, 17 de febrero de 2013

sigueme en facebook


http://www.facebook.com/pages/Monaguillo-de-San-Esteban-Diacono-La-Guangala/272526746119058



http://www.facebook.com/monaguillos.san.esteban.diacono.la.guangala


sigueme en twitter

https://twitter.com/monaguillosSANE








¿QUÉ ES LA PAZ?
La paz es la ausencia de guerra, pero es también mucho más. Es tranquilidad, sosiego, buena relación con los demás (ya sean países o vecinos), amistad… La paz permite crear cosas, mientras que la guerra las destruye. Imagínate cuánto tiempo y dinero cuesta construir un edificio. Un misil acaba con él en un segundo, junto con las personas que haya dentro. La paz, además de permitir a los hombres y a las mujeres disfrutar de la vida, es el estado más provechoso: favorece los viajes, el comercio, los intercambios de bienes... El progreso humano es imposible en condiciones de guerra.
El símbolo de la paz  suele ser una paloma blanca. El pintor español Pablo Picasso la dibujó con una rama de olivo, en una imagen que ha quedado para siempre como muestra de esperanza en un futuro mejor.
¿QUÉ ES EL PACIFISMO?
El pacifismo es la oposición a la guerra y a otras formas de violencia. A los defensores de la paz se les suele llamar pacifistas.
Los objetivos de los pacifistas son:
 explicar la paz como una situación favorable para todos;
 reducir las posibles causas de las guerras;
 facilitar la negociación, en caso de que finalmente se produzcan las guerras, para que acaben cuanto antes.
Las organizaciones a favor de la paz surgieron en el siglo XIX, pero el pacifismo como ideología es algo anterior. A finales del siglo XVIII, el filósofo alemán Immanuel Kant ideó una teoría a la que llamó ‘de la paz perpetua’: Kant defendía la existencia de un sistema pacífico de relaciones entre los países.
La primera organización pacifista de la historia nació en la ciudad estadounidense de Nueva York en 1815.
Después de la I Guerra Mundial se creó, en 1919, la Sociedad de Naciones. Esta organización internacional fue fundada para preservar la paz recién conseguida; pero no pudo evitar que en 1939 estallara la II Guerra Mundial. Cuando finalizó esta, en 1945, se creó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que todavía hoy trabaja para mantener la paz mundial, aunque habitualmente se encuentre con dificultades.
Además de este organismo internacional, formado por muchísimos países, existen en el mundo numerosas organizaciones pacifistas. Sus ideas se extendieron entre millones de personas en todo el mundo a raíz del desarrollo y empleo de las armas nucleares, en la década de 1940. Los pacifistas consiguieron atraer a muchos seres humanos que intentaron prohibir la fabricación y el uso de unas armas nucleares que pueden acabar con la existencia del propio planeta Tierra.
Hoy, por desgracia, sigue habiendo muchos motivos para revivir los ideales pacifistas. ¿Te acuerdas, por ejemplo, de la movilización en numerosas ciudades de todo el mundo contra la invasión de Irak en el año 2003, del interminable conflicto entre Israel y los palestinos o de las guerras que aún incendian bastantes países africanos?
Decide tú mismo: ¿qué es mejor, la guerra o la paz?

Domingo Savio

Santo Domingo Savio
                                            
Nacimiento
Fallecimiento
Venerado en
Todos los países del mundo salesiano
Parturientas - Acólitos y Monaguillos
Doménico Savio (San Giovanni da Riva, Reino de Cerdeña, 2 de abril de 1842Mondonio, Reino de Cerdeña, 9 de marzo de 1857), o Domingo en castellano, fue un alumno de San Juan Bosco, en el Oratorio de San Francisco de Sales, que se propuso ser santo y murió tres semanas antes de cumplir los 15 años de edad, siendo el santo no mártir más joven de la Iglesia Católica.                                                              Biografía                                                                                                                                                                Domingo Savio - "Mínot" para sus padres, que significa Dominguito- nació en San Giovanni da Riva, cerca de Chieri; pero cuando tenía sólo unos veinte meses, sus padres —Carlino Savio y Brígida Gaiato— se trasladaron a Murialdo, donde nacieron sus hermanos. En 1847, su madre lo lleva a la Iglesia, cuyo párroco era Don Juan Zucca. Aprende a ayudar en misa, llegando a ser un monaguillo ideal, que hasta incluso Don Zucca cuando le pedía el Misal hacía bromas de su estatura y reían juntos.
En febrero de 1849, toda la familia se traslada a Mondonio. Domingo tiene siete años y una preparación y madurez poco común para su edad. El 8 de abril de 1849, Domingo recibe su primera comunión en la Parroquia de Castelnuovo de Asti. Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas, pronunció los propósitos que venía preparando desde hace tiempo, y que quedaron escritos en su devocionario:[1]                                                                                                           Resoluciones tomadas por mí, Doménico Savio, en el año de 1849, en el día de mi Primera Comunión, a la edad de siete años:
  1. Me confesaré a menudo, y comulgaré tan frecuentemente como mi confesor lo permita.
  2. Deseo santificar los domingos y fiestas en forma especial.
  3. Mis amigos serán Jesús y María.
  4. La muerte antes que pecar.                                                                                                                                               
En 1854 (a los once años de edad) entra a formar parte del oratorio de Don Bosco. Sería un alumno fuera de lo común y expresará sus deseos de convertirse en sacerdote. Seis meses luego de ingresado al Oratorio, tras un sermón del Padre Bosco acerca de la austeridad y el sacrificio, donde remarcaba que cuando uno se siente oprimido por alguna calamidad o molestia del cuerpo, hay que ofrecérselo a la Virgen. Éste sería el medio más adecuado para llegar a la más alta perfección. En ese momento el niño Domingo se propuso convertirse en santo.  Domingo comenzó a realizar austeridades de todo tipo, como consumir sólo la mitad de su ración de comida, dormir menos tiempo y rezar más. Sentía gran devoción por la Virgen María, llegando a permanecer más de cinco horas diarias rezando.  Una noche de invierno, Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana.                                                                                                                                                             -¿Te has vuelto loco? ¡Vas a coger una pulmonía!
-No lo creo -respondió Domingo-. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén.                                 
Desde entonces Don Bosco le prohibió formalmente hacer ninguna penitencia sin su permiso. Domingo quedó triste. El Padre le insistió que la penitencia que Dios quiere es la obediencia a los superiores.        Muerte                                                                                                                                                                                            Tal como había predicho Don Bosco, la salud de Domingo empezó a empeorar. En febrero de 1857 tuvo fortísimos accesos de tos que le obligaron a guardar cama durante semanas. El domingo 1 de marzo fue enviado de vuelta a la casa de sus padres, en Mondonio. Un médico diagnosticó que padecía de algún tipo de inflamación en los pulmones y decidió sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. Domingo siguió empeorando. Los primeros días de marzo de 1857, Domingo recibió los últimos sacramentos. Al anochecer del lunes 9 de marzo rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes.                                                                                                  A las diez de la noche trató de incorporarse y murmuró:                                                                                                          Adiós, papá. El Padre me dijo una cosa, pero no puedo recordarla.                                                                                                  Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó:                                                                           ¡Estoy viendo cosas maravillosas!                                                                                                                                                            Esas fueron sus últimas palabras.                                                                                                                                          Fue sepultado el miércoles 11 de marzo de 1857. Sus restos permanecieron en la capilla del cementerio de Mondonio. En 1914 el obispo de Turín ordenó que los restos fueran trasladados a Turín. Los campesinos de Mondonio se negaron a perder a su santo, y empezaron a turnarse día y noche para evitar el traslado. En octubre de 1914, la Iglesia pidió a las autoridades civiles de Mondonio que intervinieran. Los huesos de Savio fueron trasladados a la Basílica de María Auxiliadora, en Turín.                                                                 Santidad                                                                                                                                                                          El 12 de junio de 1954 el papa Pío XII lo canonizó. Su fiesta se celebra el 6 de mayo.                                            Con motivo del 50.º aniversario de su canonización, durante el 2005, las reliquias de santo Domingo Savio hicieron un viaje regional salesiano: Italia, Libia, Siria y España. La urna con las reliquias del Santo cuenta con una reproducción del cuerpo de Domingo en la postura en que murió y debajo de la imagen se encuentran sus restos mortales.


Dominguito de Val

San Dominguito de Val

Grabado de Mateo González (1793).
Fallecimiento
Venerado en
Iglesia Católica
31 de agosto (culto suprimido en 1965)
Santo Dominguito de Val o del Val es una figura medieval de Zaragoza. Es uno de los libelos de sangre que se extendieron durante la Edad Media contra los judíos. Según la leyenda fue un infante del coro de La Seo, la Catedral de Zaragoza, que fue la víctima de un asesinato ritual por judíos de la aljama de la ciudad el 31 de agosto de 1250.                                                                                                                                             La leyenda                                                                                                                                                                                Dominguito era hijo de Sancho de Val, notario, e Isabel Sancho, infanzones. Infante del coro de La Seo, a los siete años fue engañado por el judío Albayuceto que con algunos otros trataron de repetir la Pasión de Cristo y lo crucificaron en una pared con tres clavos y abierto el costado. Luego lo decapitaron y cortaron los pies, ocultando el cuerpo en la ribera del Ebro. Unos barqueros, viendo unas extrañas luces, avisaron a las autoridades, que encontraron el cuerpo enterrado donde indicaban las dichas luces. Los restos fueron llevados a la iglesia de San Gil y más tarde a la Catedral, dónde en la capilla de Santo Dominguito de Val todavía se veneran sus reliquias.                                                                                                                                    La historia                                                                                                                                                               El suceso es similar a otros narrados posteriormente como el del Santo Niño de La Guardia y el del Santo Niño de Sepúlveda y se enmarca dentro del antisemitismo europeo de la Edad Media y Moderna. El origen parece estar en el The Life and Miracles of St. William of Norwich (La vida y milagros de San Guillermo de Norwich) escrita por Thomas of Monmouth en 1173. El libro cuenta la historia de Guillermo de Norwich, un niño inglés que apareció muerto en las cercanías de Norwich el Sábado Santo de 25 de marzo de 1144 y cuya muerte fue atribuida a los judíos de la ciudad.[1] La leyenda se extendió por toda Europa y se menciona en muchos documentos:
Et porque oyemos decir que en algunos lugares los judíos ficieron et facen el día del Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo en manera de escarnio, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, o faciendo imágenes de cera et crucificándolas cuando los niños non pueden haber, mandamos que, si fama fuere daquí adelante que en algún lugar de nuestro señorío tal cosa sea fecha, si se pudiere averiguar, que todos aquellos que se acercaren en aquel fecho, que sean presos et recabdados et aduchos ante el rey; et después que el sopiera la verdad, débelos matar muy haviltadamente, quantos quier que sean. Alfonso X el Sabio, Partidas, VII, XXIV, ley 2) También Geoffrey Chaucer lo menciona en sus Cuentos de Canterbury (1387), concretamente en el Cuento de la priora habla del niño Hugo de Lincoln asesinado por judíos en el 1255. Cuentos similares sobre niños martirizados se multiplicaron en toda Europa, pudiéndose contar seis casos en el siglo XII, quince en el XIII, diez en el XIV, dieciséis en el XV, trece en el XVI, ocho en el XVII, quince en el XVIII y treinta y nueve en el XIX.[1]                                                                                                                       La veneración del santo
Altar barroco churrigueresco en la Capilla de Santo Dominguito del Val, en la Seo de Zaragoza (España)    Dominguito fue canonizado y se le considera el patrón de los infantes de la escolanía de la ciudad y de los monaguillos. También se creó una cofradía de labradores para recordar el hecho y celebrar la conmemoración. La cofradía fue renovada en 1496, año en el que los restos del santo fueron trasladados de la capilla de San Vicente a la sacristía. Más tarde se llevaron a la capilla del Espíritu Santo hasta que en 1671 se creó su propia capilla que todavía existe.

Tarsicio

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a: navegación, búsqueda
San Tarsicio

«Tarsicio, mártir cristiano» (1868), obra del escultor francés Alexandre Falguière (1831-1900). Musée d'Orsay.
Mártir de la Eucaristía
Fallecimiento
aproximadamente en 257 o 258
Venerado en
Principal Santuario
La iglesia de San Silvestre in Capite (Roma) se atribuye poseer sus reliquias
Se lo representa con un hostiario en el pecho
Acólitos y ministros de la eucaristía
San Tarsicio, también conocido como Tarcisio (forma incorrecta de Tarsicio), Tarsicio de Roma o Tarsicio mártir fue, según el Martirologio romano y una evidencia epigráfica honorífico-funeraria, un joven que murió martirizado en la Vía Apia de Roma en torno al año 257 o 258 d.C., durante el gobierno del emperador Valeriano. Lo poco que se conoce sobre él con carácter hagiográfico es lo que transmite el martirologio, a lo que se suma la inscripción esculpida en su tumba por mandato del papa Dámaso I, obispo de Roma entre 366 y 384. Tarsicio, conocido como «el mártir de la Eucaristía»,[1] es venerado como patrono de los acólitos. El Martirologio romano lo celebraba el 15 de agosto.                                                  Contexto histórico                                                                                                                                                           En el año 258, Caesar Publius Licinius Valerianus Augustus, más conocido como Valeriano regía el Imperio Romano. El emperador Valeriano ya era conocido entre los cristianos por proclamar edictos de persecución en los que se prohibía el culto cristiano y las asambleas, y se ordenaba la confiscación de los cementerios donde a menudo se reunían. Las motivaciones de Valeriano, alegadas por su propio procurator summarum rationum (procurador del patrimonio imperial) Macriano,[2] eran hasta entonces inéditas: intentaba subsanar en parte el déficit estatal con los bienes de los cristianos.[3] En el edicto de agosto de 257, Valeriano «prohibió el culto cristiano, obligando al clero a sacrificar a los dioses so pena de destierro» (Actas de Cipriano). Un año más tarde (agosto de 258), un Senadoconsulto amplió el edicto al prescribir:                                                                                                                                                                     Moneda con la imagen del emperador Valeriano, bajo cuyo mandato murió Tarsicio                                                  «[...] Los obispos, presbíteros y diáconos deben ser inmediatamente ejecutados; los senadores, nobles y caballeros, perdida su dignidad, deben ser privados de sus bienes, y si aún así continúan siendo cristianos, sufran la pena capital. Las matronas, despojadas de sus bienes, sean desterradas. Los cesarianos [libertos del césar] que antes o ahora hayan profesado la fe, confiscados sus bienes, y con el registro [marca de metal] al cuello, sean enviados a servir a los dominios estatales.»                                            Carta 80 de Cipriano a Suceso[3]  Como resultado de ese edicto fueron martirizados en Roma los Papas Esteban I (254-257) y Sixto II (257-258), y varios diáconos suyos, entre ellos el popular San Lorenzo, mientras que en África fue decapitado un referente indiscutido, el obispo Cipriano de Cartago.[4]  Hagiografía de Tarsicio                                                                                                                                                                 El nombre «Tarsicio» proviene del latín (tarsus, valor) y significa «valeroso». Considerando la perspectiva geográfica, el nombre significa «el que nació en Tarso», ciudad que luego de la conquista romana fuera capital de la provincia de Cilicia.                                                                                                      San Tarsicio fue un joven convertido al cristianismo a mediados del siglo III, que colaboraba como acólito de la Iglesia de Roma en las catacumbas durante la persecución a los cristianos por parte de la administración del emperador Valeriano                                                                                                                                         Papa Sixto II (1480), por Sandro Boticelli. Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano                                                          Después de participar en una Misa en las catacumbas de San Calixto fue comisionado por el obispo de Roma, Sixto II (257-258) para llevar la eucaristía a los cristianos que estaban en la cárcel, prisioneros por proclamar su fe en Cristo. Por la calle se encontró con un grupo de jóvenes paganos que le preguntaron qué guardaba bajo su manto. Tarsicio se negó a decir, y los otros lo atacaron con piedras y palos, posiblemente para robar lo que llevaba. El joven prefirió morir antes que entregar lo que él consideraba un tesoro sagrado. Otros detalles más legendarios indican que, cuando estaba siendo apedreado, habría llegado un soldado llamado Cuadrato, catecúmeno cristiano, quien reconoció a Tarsicio y alejó a los atacantes. Tarsicio le habría encomendado antes de morir que llevara la comunión a los encarcelados en lugar suyo. El Martirologio romano manifiesta lo siguiente: «En Roma, en la Vía Apia fue martirizado Tarsicio, acólito. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba. Tarsicio quería cumplir aquello que dijo Jesús: «No arrojen las perlas a los cerdos», y se negó a responder. Los paganos lo apedrearon y apalearon hasta que exhaló el último suspiro pero no pudieron encontrar el sacramento de Cristo ni en sus manos, ni en sus vestidos. Los cristianos recogieron el cuerpo de Tarsicio y le dieron honrosa sepultura en el cementerio de Calixto». El martirio del papa Sixto II y sus diáconos. Imagen del siglo XIV, tomada de Vies de saints (Paris, France, 185, Fol. 96v) Poco después, según el Martirologio romano, el papa Sixto II también fue detenido durante la celebración de la Misa en el cementerio de Pretextato, y fue martirizado decapitado junto con los diáconos Januarius, Vincentius, Magnus y Stephanus, que lo acompañaban en la celebración eucarística. Al mismo tiempo sufrieron el martirio los diáconos san Felicísimo y Agapito, y poco tiempo después el diácono san Lorenzo.                                                                                                                                                                              El epitafio ordenado por Dámaso I                                                                                                                              Sobre la tumba de Tarsicio, el papa San Dámaso I mandó grabar un epitafio con forma de poema, que constituye hoy la principal evidencia científica, de carácter epigráfico honorífico-funerario. En el poema, el autor se dirige al lector que lee esas líneas, conviniéndolo a recordar que el mérito de Tarsicio es muy parecido al del diácono San Esteban: a ellos dos quiere honrar ese epitafio. El poema refiere que San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo, a los cuales exhortaba a volverse mejores. El poema señala que mientras Tarsicio llevaba el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. El poema señala finalmente que prefirió morir y ser martirizado, antes que entregar a los «perros rabiosos» la eucaristía.  San Dámaso I, por cuyo mandato se grabó en la tumba de Tarsicio el epitafio indicativo de la forma en que murió                                                                                                                                                                 Ese poema en latín constituye la única evidencia a la fecha que testifica la existencia de Tarsicio:[5]
Par meritum, quicumque legis, cognosce duorum,
quis Damasus rector titulos post praemia reddit.
Iudaicus populus Stephanum meliora monentem
perculerat saxis, tulerat qui ex hoste tropaeum,
martyrium primus rapuit levita fidelis.
Tarsicium sanctum Christi sacramenta gerentem
cum male sana manus premeret vulgare profanis,
ipse animam potius voluit dimittere caesus
prodere quam canibus rabidis caelestia membra.
Damasi Epigrammata, Maximilian Ihm, 1895, n. 14
La iglesia de San Silvestre in Capite se atribuye la guarda de las reliquias de Tarsicio. El epitafio, que compara la muerte de Tarsicio con la de Esteban el protomártir, es indicativo de que, en efecto, Tarsicio habría muerto lapidado tal como indica el martirologio.[1] [5] Hoy no existe una identificación plena de su sepultura, aunque la iglesia de San Silvestre in Capite, una basílica menor de Roma, se atribuye poseer sus reliquias. San Tarsicio fue celebrado el 15 de agosto. En la actualidad, la Iglesia Católica reserva esta fecha para la celebración de la solemnidad de la Asunción de María. San Tarsicio no se menciona en el calendario litúrgico actual, sólo en el Martiriologio romano.                                                                                        Patronazgo                                                                                                                                                                             En el catolicismo, San Tarsicio es el patrono de los acólitos y ministros de la Eucarístia, además de aquellas personas que reciben la primera comunión.                                                                                                        Tarsicio en las artes
Tapa de la novela «Fabiola o la Iglesia de las Catacumbas», en su edición de 1893. En esta novela, Tarsicio es presentado como un joven acólito. La historia de Tarsicio fue divulgada por el cardenal Nicholas Wiseman, quien lo describió como un joven acólito en su novela «Fabíola, o la Iglesia de las Catacumbas», publicada en su primera edición en 1854. La amplia divulgación de ese libro fue causa de la renovación y ampliación del culto a Tarsicio. Fue la lectura de esa novela la que inspiró a su vez otras representaciones, como la del escultor francés Falguière. Alexandre Falguière (1831-1900), quien ya era famoso desde que en 1864 presentara en el salón su «Vendedor del combate de gallos» (museo de Orsay), presentó cuatro años más tarde la escultura «Tarsicius, martyr chrétien» (Tarsicio, mártir cristiano) (ver la obra en la ficha, al inicio de este artículo). La acogida que tuvo esta escultura confirmó el éxito de Falguière. La obra fue adquirida por el Estado francés. Falguière elegió para la representación el momento en que el joven Tarsicio, con una vestimenta drapeada, muere bajo los golpes de las piedras. El epitafio, redactado por el papa Dámaso I, visible en las catacumbas de San Calixto en Roma, está retranscrito en la base de la escultura. Las piedras ubicadas detrás, sugieren el suplicio por lapidación. La obra hace referencia a los mártires neoclásicos, como el joven Bara pintado por Jacques-Louis David en 1794 (museo Calvet, Aviñón). Esta escultura de Falguière supo seducir en su época: las ediciones de esta obra fueron numerosas, incluidos los grabados y las fotografías. En Roma, en la iglesia San Lorenzo fuori le Mura, se puede admirar una estatua ilusionista de Tarsicio, parecida al mármol de Falguière, pero con un dolorismo menos reprimido. 



y tu harías lo mismo que ellos hicieron por defender a Dios 
pues yo si lo harías